Dime con quien no trabajas y te diré quien eres

Tu también puedes despedir clientes

Te voy a confesar algo: Una de las cosas que más me desanimaban para animarme a lanzar mi propia empresa de publicidad, era la dinámica con los clientes. Espera, puedo ser más directa que eso: El potencial maltrato, arrogancia, tibieza, soberbia, que podría recibir de un potencial cliente, porque asumámoslo hay de todo en la viña del señor y en el mundo de los negocios. Quizás por eso intuitivamente y antes de lanzarme al mar, quise probar el agua, como quien mete de a pocos su cuerpo para agarrar confianza.

Lancé mi oferta de aceleradora de marcas para emprendedores y startups no solo porque era un segmento que no miraban las agencias de publicidad sino también porque son los que más hambre y valentía tienen por hacer cosas distintas ya que tienen en el mejor de los casos, una bala de plata o bronce dependiendo del presupuesto. Pero como sentirse start up, es una filosofía a la que aspiran las grandes empresas porque es sinónimo de agilidad y simpleza, no tardaron en llegar marcas grandes a Boost y con ello más posibilidades de encontrarme con algún ejecutivo o ejecutiva que hiciera realidad lo que tanto temía en mi descripción anterior. Porque la soberbia corporativa exista así sepa mal leerlo.

No niego que también puedes encontrar soberbia en el empresario chico, pero su hambre por aprender y crecer, propicia la humildad.

Pero tampoco me voy a hacer en esta columna, el lecho de virtudes, yo también tuve que aprender de humildad y mucho. Tuve que desarrollar mi poder de escucha porque cuando estás del otro lado de la mesa en modo cliente, estás fundamentalmente acostumbrado a hablar. Tuve que comprender que la autoconfianza es muy distinta al exceso de autoconfianza porque lo segundo te quita espacio para la prudencia y de eso debes tener mucho. Desarrollé mi tolerancia y hasta mi expresión corporal para no evidenciar que estaba en desacuerdo, para eso están las palabras y tu momento de decirlas sin atropellar a nadie. Sin embargo a lo que no renuncié es a mi compromiso personal y como líder frente a mi equipo, que no habrá presupuesto, contrato, proyecto, mega marca que compense que no nos sintamos respetados, cómodos y verdaderamente útiles.

Hoy debo hacerte una segunda confesión: Ese desánimo que comentaba al inicio de esta columna, era en el fondo miedo. Me resultaba más fácil atribuirle la responsabilidad a la soberbia ajena por mi potencial fracaso como emprendedora, que reconocer que me moría de miedo de tirarme al mar de la empresa propia.

La realidad es que esos tiburones, rayas y malaguas que imaginaba encontrar en el mar empresarial, no fueron tantos, hubieron sin duda, no te voy a contar la película de La Sirenita, pero debo decir que remo al lado de clientes brillantes, competitivos, leales, en suma, reales partners de grandes aventuras. Pero tengo absolutamente claro que tan importante como ganar un cliente, es aprender a decirle adiós a los que pueden sumarte ceros en la cuenta pero también a tu propósito, clima laboral y salud mental.

Te propongo que incorpores este criterio en tu flujo de caja, en tu balance de ganancias y pérdidas, en tu medición de clima laboral, en tu conteo de días de insomnio, en tu presupuesto de cremas por la aparición de nuevas arrugas y recuerdes que despedir a un mal cliente también es rentable

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