No ganamos nada

Estaba molesta, indignada, decepcionada. Fer mi hiija adolescente me contaba que una amiga suya había sido víctima de la versión peruana de mean girls por unas niñas dizque manyadas (así se llaman ahora a las populares). Mi primera reacción no sólo de mamá sino de mujer que cree que debería acabar el modo hermanastra en nuestro género, fue decirle a Fer que hablaría con las mamás de esas niñas así ella no hubiera sido la afectada.

Su reacción inmediata así como la de su amiga que me relataba el hecho aún dolida, fue decirme que no se me ocurra, porque entonces quedarían como acusetas, inmaduras, conflictivas, en pocas palabras “no ganamos nada”. Esa frase ha retumbado mis oídos en todos estos días: estamos acaso condenados a callar el maltrato porque ese es el mal menor?

Esta pregunta me llevó a recordar tantas cosas que vemos a diario: Personas que se atreven a poner los puntos sobre las ies acerca de sus derechos y malestares y son etiquetados como conflictivos, emprededor@s que tienen que morderse la lengua ante empresas que abusan de su poder y los hacen sentir que les hacen un favor haciendo negocio con ellos. Las palabras temperamental y confictiv@ se han convertido en un cajón de sastre para que explotadores, abusadores, frescos, inmorales se salgan con la suya y eso no debemos permitirlo. El problema es que si son solo unos pocos los que hablan, los dejamos en la isla de los marginales, tal cual ese episodio brillante de Black Mirror en el que te la pasabas sonriendo hasta al que te mete cabe solo para tener un buen ranking en tu perfil social.

Despertemos como sociedad, como padres, madres, empresari@s, empleadores, trabajador@s.
Porque quedarse callado soportando maltratos o mirar como se meten con el de al lado, nos hace una sociedad perdedora.

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