No había podido llorar durante todo un año

Es verdad que mis glándulas lagrimales siempre han sido tímidas para manifestarse, pero ni en la muerte de mi papá había podido llorar. Sin embargo mientras comenzaba la misa por su primer año de irse al cielo y miraba a ese hombre guapo, coqueto, travieso, risueño, posando en la foto que pusieron en el altar de la iglesia, tengo que reconocer que los ojos se me comenzaron a humedecer.

Pero antes que pudiera soltar esa lágrima una llamada de atención me puso en pausa. Era el sacerdote que estaba muy molesto con los convocados a la misa de mi papá porque a su entender no estaban repitiendo con el volumen correcto las oraciones. “Si son tímidos, hagan algo al respecto y si no se saben las oraciones estudien” dijo con mucho fastidio. Mi conato de lágrima entró disparada a mis ojos que presenciaban la cara de confusión de los convocados recién requintados. Pero el mal humor de nuestro orador no quedó allí, se encargó de jalar las orejas a la humanidad o resoplar mientras cantaba refunfuñando canciones que no todos sabían. Y si bien mencionó el nombre de mi papá, más que sentirse el personaje principal, el discurso era tan impersonal que parecía un extra en una charla de catequesis.

Y fue entonces que en vez de fastidiarme por la poca pertinencia de toda la ceremonia, pensé en marketing ,quizás como acto reflejo para no cometer un pecado y tener malos pensamientos sobre el sacerdote. Pensé en esa genialidad que leí de John Hegarty quien dice que la marca más importante, la que tiene un logo inconfundible, sucursales en toda la tierra y un enorme poder de convocatoria es la iglesia. Y como coincido con su visión, era inevitable pensar en cómo una mala experiencia del cliente, en este caso, los asistentes a una misa, puede ser determinante en la percepción de esa marca.

Pensaba también en la enorme pérdida de oportunidades que representa no capitalizar a una audiencia que ha llegado hasta tu sede por asumir que ellos deben estar allí por obligación y no trabajar la experiencia para que asistan por deseo. No es acaso eso convertir asistentes en creyentes de lo que promueves? Reflexionaba en el poder del storytelling y cómo puedes convertir una audiencia a la que le pican las manos por ver su whatsapp, en partícipes de tu ceremonia.

En conclusión me resultó imposible no reflexionar sobre esa gran oportunidad que se pierde todos los días la iglesia sino entiende a su audiencia, mejora su experiencia y capacita en términos de comunicación a sus representantes. Pero te voy a decir por qué sigo siendo una mujer de fe y cuál creo que fue el milagro que hizo Federico Olivares: Habló con Jesús un ratito y le pidió que su misa sea precisamente con ese sacerdote que hizo todo para que quienes lo extrañamos, olvidáramos el dolor por esa hora y salgamos de la misa con una anécdota que nos permita recordarlo siempre con una sonrisa.


#storytelling #Experiencia

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