¿Comprarte el pleito o el sueño?

Qué pasa cuando el propósito es políticamente correcto?

Estamos ante un nuevo problema. Ya no es la falta de propósito en las compañías, para muestra la infinidad de workshops, consultorías, talleres que siguen haciendo millones de marcas en el mundo para encontrar su por qué. Ya los clientes, los colaboradores, los rankings, el directorio, los resultados les han demostrado a las compañías que deben tener un propósito.

El problema es cuando elegimos un propósito cómodo, donde no hay conflicto, real batalla, dificultad, contrapunto porque de ser así ya no hay nada por qué luchar y sin eso no hay relevancia en ninguno de los casilleros que un buen propósito debería llenar: Impacto real en la vida de las personas y en la vida de la compañía. Pero cuidado, el propósito más peligroso no es aquel que es copia y pega de la casa matriz y que está escrito en las paredes y no en los corazones de su gente, tampoco el que ni siquiera te acuerdas de tan etéreo que es.

El verdadero enemigo de trascender como sociedad es el propósito que fue valiente alguna vez pero que ya es cómodo para la gente porque ya se normalizó el tema. Sin embargo algunas marcas no evolucionan su mensaje porque lograron la combinación perfecta: Tengo un propósito que me pinta valiente pero no corro el menor riesgo porque lo que promuevo es políticamente aceptado por todos. Y qué pasa cuando el propósito es políticamente correcto? Nada. No pasa nada porque se vuelve parte del paisaje y con ello en intrascendente.

No pasa nada porque repetimos el cuento del traje del emperador en versión moderna, es decir, nos damos cuenta que esa marca está calata de propósito pero es más cómodo aplaudir sus supuestas fantásticas prendas que ser el antipático del grupo. No pasa nada porque promovemos que otras marcas sigan en el loop de los propósitos mediocres, sin dientes, sin filo, sin alma.

No pasa nada porque perdemos tiempo, energía y plata en iniciativas que no van a impactar un ápice al mundo pero quizás sí a egos, perfiles de linkedin y paneles publicitarios onerosos.

Así que esta es mi propuesta: Incomodémonos más. Ya sé que no es una sensación agradable formar parte de un debate en un directorio o en una red social donde los opinólogos abundan, pero créeme, realmente créeme, que si estás haciendo bien tu trabajo en cambiar algo contundente en favor de una mejor sociedad, te va a tener que incomodar.

Hagamos un genuino examen de conciencia en la compañía y valida si eso que defendías en el pasado y se convirtió en una bandera que movía corazones pero también mentes y cuerpos, sigue siendo un problema o resolver o tienes que evolucionar en tu propuesta, dar un siguiente paso con tu propósito o quizás replantear tu propósito por completo.

Cómprate más pleitos que sueños. Alguna vez un ejecutivo me corrigió cuando le preguntaba qué pleito se compraba y me dijo que él sólo se compraba sueños. Bueno amigo ejecutivo, para cambiar las cosas y vaya que hay que cambiarlas te tienes que mojar así la piscina esté helada, meter las manos en la masa y en la tierra, despeinarte, atreverte y sin duda indignarte pero no puedes quedarte en el sueño mientras escuchas Imagine de John Lennon, aunque suene políticamente incorrecto.

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